Aunque el “detestado” calentamiento global tiene por lo general graves consecuencias en el ecosistema genera, no obstante, efectos positivos para la producción de quinua debido a q ue en los últimos años bajó considerablemente el riesgo de heladas en el altiplano sur y central de Bolivia, lo que favorece la expansión de cultivos.
Juan Pablo Laguna, ingeniero agrónomo, con un doctorado en antropología y experto en el desarrollo de la quinua dijo que, dadas estas condiciones, se propaga la siembra en lugares que antes eran propios sólo para el pastoreo de llamas.
La quinua es un cereal propio del altiplano y que crece incluso en zonas de hasta 4.100 msnm de Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia y Argentina, no obstante crece también cerca del mar, particularmente en Chile.
Bolivia tiene tierra salina que da las condiciones ideales para producir la mejor quinua del mundo en las riberas del Salar de Uyuni donde el grano recibe el nombre de “quinua real”, debido a su gran tamaño y al elevado nivel de saponina que aunque es tóxica y por eso eliminada antes de su consumo, tiene la virtud de hacerla más tolerante a las plagas.
Además del salar de Potosí, otra tierra apta para sembrar quinua es Salinas de Garci Mendoza (Oruro), capital de la quinua y primer productor en el país, pues cuenta con más de 6.000 familias que producen el cereal para cubrir las demandas interna y externa.
Debido a la calidad del producto -la quinua posee todos los aminoácidos esenciales, vitaminas y no tiene gluten-, algunos países (EEUU, Canadá y Gran Bretaña) trataron de desarrollar el cultivo pero cosecharon grano de menor calidad nutritiva.
Por ello la quinua boliviana se convirtió en un producto de alta demanda y la ONU declaró este 2013 Año Internacional de la Quinua.
Aunque el grano de mejor calidad es indudablemente el de Garci Mendoza, donde se desató “toda una fiebre” de producción, cada vez se cultiva más en el altiplano sur y central, al extremo de que surgieron grandes extensiones de siembra en la provincia José Manuel Pando (La Paz).
El cambio climático también generó variaciones en cuanto a la resistencia de la planta de quinua y a los ciclos de siembra y cosecha. Tradicionalmente el grano se sembraba en la primavera, pero ahora también en invierno, hasta finales de agosto, y se cosecha desde finales de marzo y sobre todo abril y mayo.
Sobre su resistencia, Laguna sostiene que este grano es una “planta robusta, muy robusta”, pues se adapta a suelos pobres y a suelos áridos y soporta temperaturas bajas extremas en algunos casos incluso hasta de cinco grados bajo cero.
Sobre el proceso de siembra, la tracción mecanizada con arado a disco es una herramienta cada vez más empleada porque permite sembrar quinua en pampa, ya no sólo en praderas.
Lo que no cambió ni cambiará es que para producir quinua no se necesita mucha agua, basta con precipitaciones anuales medias bajas de 250 mm/año, en un periodo corto, de diciembre a marzo.
De producirse más lluvia la siembra se daña, de ahí que en otras regiones de Bolivia y en los países citados, la producción de la quinua no es la principal.
“Se puede usar riego, pero tiene que ser con poca agua y con suelos drenados para que no haya encharcamiento; la quinua detesta el agua en el suelo y afecta a su desarrollo fisiológico”, dijo.
Laguna, que ha publicado varios textos sobre la quinua y actualmente es profesor de la Universidad de Michoacán (México), dijo que entre sus hallazgos identificó al menos dos fenómenos sociales, una relativa a la movilidad social y otra al retorno de los originarios a sus tierras.
En el primer caso, aseguró, hay familias que dejaron sus tierras de origen para instalarse en poblaciones donde prospera la producción de la quinua, o por lo menos se trasladan para trabajar en épocas de siembra y cosecha, fundamentalmente de los que viven en la frontera con Chile. Antes trabajaban algunos meses en el valle de Azapa o en puertos chilenos.
En el segundo caso, familias enteras ahora practican la “doble residencia” o campo-ciudad por el boom de la quinua. Hay un creciente retorno a la tierra de los abuelos. Laguna cree que el Gobierno debe ayudar a estos pobladores para que no especialicen la tierra sólo para producir la quinua, sino también en la crianza de llamas, pues el estiércol se convertirá en el abono que favorecerá la sostenibilidad de la siembra del grano de oro.
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