El viento sopla a ráfagas durante la tarde en la localidad de Quipaquipani, cerca de Viacha. Allí, con el Illimani como parte del paisaje altiplánico, una treintena de llamas forman parte de un proyecto que trata su estiércol para convertirlo en guano compostado y así mejorar la producción de la quinua.
El Centro de Investigación y Capacitación en Cultivos Andinos, que forma parte de la Fundación Promoción e Investigación de Productos Andinos (Proinpa), inició en 2007 un proyecto que establece un círculo productivo entre el estiércol de llama, como materia orgánica, que brinda nutrientes a la tierra para los cultivos de quinua y la repoblación del forraje con el que se alimentan estos animales. El trabajo inició con cinco auquénidos.
“El estiércol siempre ha sido usado por los agricultores, nosotros trabajamos en obtener a partir de éste el guano compostado, que es un insumo mejorado. De esta forma le damos un plus al saber local . Estamos dando un enfoque, como si fuera un sistema, que involucre los cultivos andinos, la quinua, la crianza de llama y el tratamiento del estiércol”, explica el doctor en agronomía y especialista en mejoramiento genético de plantas, Alejandro Bonifacio.
En la actualidad, el uso del guano compostado para el mejoramiento de la producción de quinua -gracias a sus beneficios para contribuir en la fertilidad de la tierra y evitar su erosión- se ha compartido con comunidades (dependiendo del año agrícola) que producen quinua en el altiplano paceño y los alrededores del lago Titicaca.
Corrales y técnica
Los corrales de las llamas que forman parte del proyecto son móviles y están sobre un terreno que cubre de cuatro a cinco hectáreas.
El Centro de Investigación dedicado al cultivo de quinua cultiva variedades como la Jacha Grano y Blanquita.
Alrededor del 50% del estiércol que producen los camélidos ocurre de noche. Es decir, que mientras están en el corral, éste cae directamente a la tierra que se utilizará para el cultivo.
El corral se mueve periódicamente, así se obtienen los beneficios en forma tradicional en toda la extensión del terreno. Éste no es procesado y se descompone durante meses.
El otro 50% del estiércol se obtiene durante el día, este material orgánico es acumulado en una pila de compostaje, a la que se integran microorganismos de laboratorio y naturales -como la levadura, yogurt, cenizas- que activan la descomposición del excremento.
La pila de compostaje es cubierta con plásticos para incrementar la temperatura y se prepara alrededor de dos meses antes del periodo de siembra, que ocurre entre septiembre y octubre.
Las llamas se alimentan de los subproductos de la quinua, como los tallos y las hojas, además de cebada, alfalfa y thola, todos cultivados en el Centro de Investigación. Cada ejemplar genera aproximadamente 1,5 kilogramos de excremento por día.
“Este compostaje ayuda a que la tierra retenga agua y albergue microorganismos que ayudan al suelo, genera compuestos que ayudan al crecimiento de las plantas y tiene nutrientes. Es la mejor forma de enriquecer el suelo para la producción de cultivos”, dice Bonifacio.
El rendimiento y beneficios
Las demás hectáreas del Centro de Investigación, que suman 18, se utilizan para la crianza de las llamas y otros cultivos andinos. La institución se beneficia en particular de las semillas de la quinua para sus estudios.
Este estudio fue difundido en el Congreso Internacional de la Quinua organizado por el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura, que pertenece a la Organización de Estados Americanos, y forma parte de una publicación realizada por dicha institución.
El técnico del centro que trabaja con las comunidades, Milán Mamami, señala que el beneficio no solamente llega a la quinua, sino a la crianza de ganado.
“El mejoramiento (con el guano compostado) se ve en el rendimiento. Si antes se producían cinco quintales de quinua en una parcela, se sube a ocho y produciendo de 1.200 a 1.300 kilogramos por hectárea se aumenta de 800 a 900 kilogramos”, explica.
Abono verde
Otra forma de fortalecer la tierra es el abono verde. En este proceso se utilizan las plantas del tarwi y la vicia, para que después de que crezcan sean enterradas en el suelo, donde se cultivará la quinua y así brindarle nutrientes, lo que se convierte en una alternativa para los agricultores que no crían animales.
En el centro se realiza el cultivo de varias especies de plantas andinas para alimentar a las llamas, entre ellas el pasto aguja y la thola.
Miriam Halcón, responsable de multiplicación de especies nativas del centro, explica que se producen cuatro especies de thola y pasto aguja. “Tenemos entre 10.000 a 20.000 plantas que las llevamos a Uyuni y Oruro para que cumplan su objetivo como alimento y en los cultivos”, finaliza.
Investigaciones y estudios relacionados
Variedades El Centro de Investigación y Capacitación en Cultivos Andinos, que forma parte de la Fundación Promoción e Investigación de Productos Andinos (Proinpa), cuenta con un banco de germoplasma (conjunto de genes que se transmite por la reproducción) de quinua con 54 variedades del grano de oro del altiplano sur y otras 28 mejoradas. También tiene una colección de cañahua.
Metas Una de las metas es devolver las variedades nativas a sus centros de origen.
Llamas Otra investigación relacionada con la producción de guano compostado está referida a la herencia genética de las llamas, un terreno casi desconocido de la investigación hasta el momento, según el agrónomo Alejandro Bonifacio.
Alimentación Con la alimentación diversificada que se les da a las llamas se logra que en 14 meses un ejemplar tenga 90 kilogramos de peso y pueda ser sacrificado. Un peso que en el campo se logra en tres años.
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