Cuando consultamos a las personas mayores del altiplano orureño sobre su alimentación en su niñez, la respuesta más común es que se alimentaban con: papa, quinua y carne de oveja principalmente, recuerdan como las plantas de quinua les superaban en tamaño y como las cosechas eran abundantes. De esa realidad hasta la actualidad, muchas cosas han cambiado, los hijos de esas personas mayores, sus nietos y bisnietos, en su gran mayoría ya no siembran quinua y menos la consumen regularmente, obviamente en las regiones productoras del A. Sur, la costumbre de sembrar quinua siempre se ha conservado y gratamente observamos que más gente tiene intenciones de regresar a las áreas rurales a sembrar quinua; esperemos que además del afán económico que los está impulsando, también este el interés de producir orgánica y ecológica y una alimentación mucha más sana en base a los cultivos andinos como la quinua, cañahua, tarwi, papa y otros que se conservan en nuestro inmenso altiplano.
A continuación una foto muy explícita de cómo la quinua a acompañado a nuestros parientes más ancianos a los largo de toda su vida.
La poscosecha de la quinua es una actividad que ocupa bastante tiempo, sobre todo si se lo hace artesanalmente, Tía Victoria sostiene en sus manos un pequeño harnero que desde hace décadas le ha servido para seleccionar el grano de quinua (Chenopodium quinoa Willd.), ella sabe que es indispensable usar el harnero tanto para separar el grano de impurezas, como para seleccionarlo por su tamaño.
Hoy sentimos y esperamos que las practicas y todas las labores culturales del cultivo de la quinua no morirán en la memoria de nuestros abuelos sino volverán a convivir con sus nietos y con las nuevas generaciones, como siempre debió ser.
Rubén Miranda
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