domingo, 4 de octubre de 2009

El grano storming de la quinua

Todos los sábados, en la plaza del mercado de Challapata, en Bolivia, cultivadores y compradores se encuentran para intercambiar la quinua. Como en la Bolsa, allí se decide el precio de este grano típico de los Andes. Esta primavera han batido los récords: 750 bolivianos (75 euros) el quintal boliviano (46,8 kg), ¡es decir más del doble que el 2006! El pequeño ´grano de oro´, como se lo denomina aquí, nunca antes había llevado tan bien su nombre. Y muchos son los bolivianos que sueñan con hacer fortuna de su negocio. Cerca de 40.000 familias viven de este cultivo y de su transformación. Paradoja: esta expansión inquieta a los especialistas del desarrollo sostenible. Quinua real: bio, equitativa, ¿pero no verdaderamente sostenible?

Desde hace algunos años, la quinua adorna los estantes de las tiendas de alimentación biológica. Este pequeño grano, objeto de un boom económico notable, plantea muchas interrogantes sobre la sostenibilidad de las tierras bolivianas donde es cultivado. En el terreno, ONG inter- nacionales (Agrónomos y Veterinarios Sin Fronteras, SOS-Faim) y políticos trabajan hace 10 años para intentar detener un proceso que parece inevitable.

La quinua es cultivada desde hace más de 7.000 años sobre las altiplanicies de los Andes. Entre sus millares de variedades diferentes, no todas son rentables: la mejor cotizada, la ´mejor´, la verdadera... e incluso la única exportable, es la quinua real. Sólo crece en un sector situado justo en medio de dos desiertos de sal, entre 3.700 y 5.900 metros de altura, en tierras aymaras, no lejos del pueblo natal de Evo Morales, el presidente boliviano.

Tradicionalmente, allí se cultiva la quinua en las laderas de montaña. Pequeños muros de tierra, de los que se dice remontan de la época de los Incas, protegen los cultivos del viento e impiden la erosión de los suelos. En las llanuras, que están más expuestas a los riesgos de heladas que las vertientes de las colinas, se crían llamas y ovejas, por su lana, por su carne y también por sus excrementos que son un excelente abono. A esta altitud, nada importante amenaza los cultivos, salvo las orugas cuya invasión es controlada por los indígenas que organizan cazas de mariposas con antorchas, algunas noches por año.

Pero en los años 60, con ayuda de la mecanización de la agricultura, el cultivo de quinua desciende a las llanuras y se intensifica, con el apoyo ´benévolo” de la ayuda al desarrollo. Como lo precisa Javier Quisbert, coordinador de la gestión territorial indígena para el Ministerio de Tierras de Bolivia: ´La cooperación internacional fue un fracaso porque sólo apostaba a la producción, sin pensar en la comercialización. Un decenio más tarde, los primeros daños colaterales se hicieron sentir en forma de excedentes de producción, dando origen a un comercio sórdido: intermediarios poco escrupulosos empezaron a atravesar los campos para vaciar la producción de los campesinos comprando a bajo precio y revendiendo a altos precios.

Oponiéndose a estos intermediarios, ciertos productores de quinua, apoyados por ONG como SOS-Faim e incitados por un contexto político favorable, se constituyeron en “asociaciones´. En 1983, se fundó la Asociación Nacional de Productores de Quinua, que encuentra clientes como el americano Quinoa Corporation o el alemán Gepa.

El monocultivo intensivo, único capaz de responder al incremento de la demanda de producción, hace furor y elimina la frontera

agrícola. Este proceso de intensificación del cultivo tiene resultados: en el 2008, la producción boliviana de quinua alcanza las 23.000 toneladas. Cerca del 60% fueron exportadas. El resto se reparte entre el contrabando hacia Perú y el mercado interno. Pero esto conduce también a evoluciones negativas: erosión eólica de las tierras de llanura, pérdida de fertilidad de los suelos, aparición de nuevos parásitos desconocidos en las alturas, la disminución de los rebaños de llamas y ovejas. Además, toda la organización social de los campesinos aymaras, tan particular, está perturbada.

Desde el 2001, se puso en práctica un proyecto con el apoyo de Agrónomos y Veterinarios Sin Fronteras (AVSF) en la zona Intersalar, para ayudar a las comunidades a adoptar normas y reglas comunitarias mejor adaptadas de gestión del territorio. La cría de llamas es muy alentada, así como la plantación de barreras vivas, y la rotación de cultivos, con un descanso de tres años. Se pone mucho cuidado en el sentido de los surcos, a fin de limitar la erosión eólica.

Durante la cosecha de la quinua, se deja las raíces enterradas, lo que evita roturar los suelos y limita los efectos de erosión. Estas prácticas agrícolas, ahora forman parte de las exigencias de los potenciales compradores, son admitidas en las comunidades.

Sin embargo, para las ONG esto no es suficiente. Desde el 2007, el IRD observa y analiza las consecuencias del cultivo de la quinua sobre la sostenibilidad social y agrícola. Los primeros resultados del proyecto Equeco, que se acabará en noviembre, confirman la magnitud de las transformaciones en curso y las amenazas que pesan a corto plazo sobre las tierras y la organización social. Manuela Vieira Pak comenta que “muy conscientes que todo tiene un fin, ellos prevén, incluso a corto plazo, el final de la fertilidad de sus tierras”. Toda la apuesta de las acciones en curso es evitar un desenlace semejante.

Una amenaza a la gestión del territorio

Manuela Vieira Pak, ecóloga doctorante en el Instituto de Investigación para el Desarrollo (IRD), en el marco del proyecto Emergencia de la quinua en el comercio mundial (Equeco), precisa: ´Desde tiempos lejanos, la mayoría de las familias de la región asegura su vida combinando varias actividades: agricultura, ganadería, comercio y transporte, y también trabajo en las minas. Una pluriactividad que pasa a menudo por fases de migraciones más o menos largas hacia los centros mineros y las ciudades, incluso hacia países vecinos´.

Otra amenaza, inesperada, que pesa sobre el Altiplano desde los 80 es la demanda de productos biológicos y/o del comercio justo. Estos nuevos mercados han reforzado la intensificación del cultivo de quinua, ¡y esto en desmedro de todas las nociones elementales de gestión del territorio!

Paradojas en el consumo interno

Las certificaciones (de producto orgánico) contribuyen a hacer subir las cotizaciones en el mercado de Challapata. Por lo tanto, su replanteamiento se revelaba necesario en un contexto muy dependiente de las exportaciones, con consumidores extranjeros cada vez más exigentes frente a criterios del bio y de lo justo.

Si en el terreno las cosas mejoran, los bolivianos han encontrado los límites ecológicos de su territorio.
Y el Gobierno debe buscar cómo relanzar el consumo interno, pues este pequeño ´grano de oro´, que se decía ser los restos de una comida de los dioses, se ha vuelto tan caro que ahora se lo considera como un producto de lujo. Muchos bolivianos que ya no pueden ofrecérselo, están condenados a las pastas americanas, que son más baratas.
Existe otra paradoja, la de la mundialización...

2009. DELPAS, Clara. “El grano storming de la quinua”. Periódico: LA RAZON. La Paz –
Bolivia. Suplemento EJECUTIVOS. 04 de octubre de 2009. Pág. B2

2 comentarios:

  1. La Autora del artículo periodístico es: DEL PAS, Clara.
    Muy buen artículo,
    Saludos cordiales.

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Quinua el Grano de Oro

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